Boca logró la máxima conquista a nivel de clubes tras vencer por penales a Milan por 3 a 1; el partido había igualado 1-1 en el tiempo reglamentario y en el alargue.
La victoria vale doble. Por todos los problemas que acarreó el equipo de la Ribera hasta Japón, por la desventaja inicial que pudo despertar al gigante Milan y por la incomunable entrega de los jugadores xeneizes, este triunfo xeneize se reconoce mucho más que títulos anteriores.
El partido fue una batalla . Nadie arriesgó, y nadie se equivocó. Sólo en los goles se pagaron caros los errores de Battaglia, en el gol de Tomasson a los 23 minutos, y de Dida, en el empate de Donnet a los 28.
Luego ambos equipos se pusieron un sólo objetivo: hacerse dueño del mediocampo. La soberbias tareas de Gatusso y Pirlo marcaron un claro predominio rossonero hasta la mitad de la segunda parte, cuando la levantada de Cascini y Battaglia, sumado al habitual aporte de Cagna, cambiaron el desarrollo del encuentro.
Los tiempos suplementarios tuvieron momentos claves. La mejor aparición de Abbondanzieri hasta allí para taparle el gol a Shevchenko en el área chica y la oportunidad para Boca en el final con un remate de Schiavi en la medialuna.
Luego llegaron los penales y Abbondanzieri, cuando su equipo más lo necesitaba, consolidó su regular desempeño en esta temporada y se transformó en héroe para detener los disparos de Pirlo y Costacurta.
Fue una definición más, un nuevo título para Boca. La triple corona -el Apertura, la Libertadores y la Intercontinental- volvieron a ser para el equipo de Carlos Bianchi como ocurrió en el 2000.
El pueblo xeneize vuelve a festejar, en un año para el recuerdo.
Fuente: La Nación, 14/11/2003